Amargo para mí / No sugar for me, please

Amargo para mí Groucho Marx decía que no es necesario tener parientes en Kansas City para ser infeliz. Tampoco hace falta comenzar cada mañana con la lectura del Boletín Oficial para mortificarse. Acaso sea una penitencia con que los abogados buscan expiar sus también diarias tropelías. Así y todo, esa lectura sirve para apreciar las obras de la civilización. Es que uno lee una cosa tan simple como una norma y corre el riesgo de mirarla con desdén, sin percatarse de que tras de unos pocos renglones hay una herramienta de ingeniería social, un portento que cambiará para siempre la vida de cada uno de los buenos salvajes que habitamos esta tribu. Detrás de cada texto hay gentes que han analizado, estudiado, debatido, redactado, presentado y regado con hectolitros de café (el combustible de la función pública) aquello que modificará para siempre nuestra existencia, como el soplo creador, el salto cualitativo que se supone le faltó encontrar al extinto Darwin. Es que uno no per...