Santo orgullo nacional

Me ha pasado varias veces que algún español, o latinoamericano, que había bebido demasiado se sintió con la confianza suficiente como para contarme uno de los tantos chistes que hacen sobre la arrogancia de los argentinos. Cuando eligieron papa a Bergoglio, un español me dijo que los cardenales debieron convencerlo de adoptar el nombre pontificio “Francisco I” porque él había elegido “Jesús II”. Y otra vez un venezolano me dijo "los argentinos se paran en la punta del Cerro Ávila para saber cómo se ve Caracas sin ellos”. Toda esa gente no entiende que no se trata de que seamos narcisistas: venimos sufriendo tanto nuestra decadencia que aprovechamos de manera algo desproporcionada cualquier oportunidad que se nos presenta para estar aunque sea un poquitín satisfechos con nosotros mismos, da igual cuál sea la causa. Lo nuestro no es un defecto, sino un mecanismo de defensa. ...