Los abogados, gente de (muchas) letras

Julia Cameron escribió The artist’s way, una especie de curso de autoayuda destinado a (¿será posible eso?) estimular la creatividad, que sigue siendo un éxito de ventas un cuarto de siglo después de su aparición. Opina que del mismo modo que los pichones de pintor a los que se ha reprimido su vocación suelen dedicarse a enseñar artes pláticas en las escuelas, los jóvenes escritores son empujados hacia la abogacía nada más que porque se trata de una profesión palabrera. El resultado de semejante premio consuelo, me parece, es alguien que logra fracasar en los dos campos, como yo. Probablemente por eso, por el resentimiento de no haber podido ser artesanos que embellecieran el mundo con la palabra, es que los abogados se ensañan tanto con ella. No sólo no han embellecido el mundo. Se empeñan en afearlo. Mole poblano “Apenas había el rubicundo Apolo tendido por la faz de la ancha y espaciosa tierra las doradas hebras de sus hermosos cabe...