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Mostrando entradas de julio, 2022

Estoy rodeado de deshonestos

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          Alguna vez publiqué una broma que llamé El método Pereyra . Contaba el derrotero de un psicólogo que había inventado un modelo de atención para gente deprimida a través de una aplicación muy accesible que se convirtió en un éxito mundial de ventas. Llamé al protagonista Rubén Armando Pereyra y lo situé en Cañada de Gómez, provincia de Santa Fe.           Un poco antes, en Yo acuso (el plagio de Arreola) , se me había ocurrido decir que Juan José Arreola me había copiado una historia sobre la relación que tengo con Alexa, mi asistente digital de las que vende Amazon. Arreola es el autor de Anuncio , donde imagina a una muñeca que también sustituye la compañía de una dama de carne y hueso. Además de irreverente, habida cuenta del calibre del señor con el que se me ocurrió meterme, la acusación es disparatada, porque el mexicano murió dieciséis años antes de que yo iniciara la relación con ese cacharro (a pesar de que Borges ya indicó en  Kafka y sus precursores  que todo escrit

Time is not money

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       Me cuenta Patrick Stern que sus compatriotas suizos, esas personas que “han tomado la extraña resolución de ser razonables” (Borges dixit) acaban de inventar un banco de tiempo. Consiste en que las personas jóvenes cuidan gente mayor y cada hora que dedican a eso se traduce en un crédito para que ellas sean atendidas durante otra hora cuando a sus vidas “les llegue la tarde”.         Se ve que los suizos conectaron los puntos entre dos actividades en las que venían siendo bastante buenos: contar el tiempo y gestionar ahorros ajenos.      Puede parecer que la inversión que se hace en este banco es absurda porque se trata un activo que no paga interés, ya que una hora de servicio prestado a una persona mayor le rinde a uno después exactamente una hora para ser cuidado por el prójimo. En realidad, no es así. Desde que Menger explicó el carácter subjetivo del valor sabemos que una hora que transcurre a nuestros veinticinco años, cuando vivir nos parece algo a que naturalmente tenemo

La adjetivación del dinero

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       El problema de faltarle el respeto a las palabras es que uno termina aceptando que los disparates lingüísticos describen realidades. Orwell mostró que no sólo las ideas equivocadas condicionan las palabras, sino que también ocurre al revés: las deformaciones semánticas que instalaban los chanchos de la granja del señor Jones y, después, aquel molesto hermano mayor desajustaban el pensamiento.      Me escribe un amigo suizo que lee diarios argentinos y me pregunta “¿qué es el dólar solidario?". Y, sí, a cualquier persona sensata le maravillaría semejante invención. Debí explicarle que proviene del nombre de un impuesto (uno llamado “para una Argentina inclusiva y solidaria”), que como todo lo que enarbola la solidaridad viene a ser todo lo contrario: alguien lo exige a palos.           Como de costumbre, Alejandro J. Lomuto me ilumina: se trata de una hipálage. Así se llama al recurso literario que consiste en algo así como atribuir a un sustantivo una cualidad o acción prop