Discriminación, desquicios y Ricky Gervais
La Procuración General de los Estados Unidos demandó a California para que, en las competencias atléticas que organiza para mujeres en las escuelas, deje de permitir la participación de personas que nacieron varones. También busca que no se permita el uso de vestuarios según la autopercepción de género de cada participante. Esto viene de la mano de los intentos de Trump de voltear las políticas de diversidad e inclusión de las universidades quitándoles subsidios.
La Procuración llena su demanda (que puede verse aquí) de ejemplos de competencias deportivas organizadas para mujeres en las que ha ganado una persona que biológicamente era un hombre. Calcula que, con ese mismo desempeño, esos vencedores habrían llegado a la meta en el lugar veintipico si hubieran competido en una carrera similar, ese mismo día y en esa misma escuela, únicamente contra compañeros que también fueran biológicamente varones. Agrega un argumento de privacidad, o de pudor, en contra de obligar a las mujeres a compartir vestuarios y duchas con personas de otro sexo para respetarles su identidad de género (a las personas no binarias las normas californianas les permiten elegir a qué vestuario quieren ir cada día).
Eso le sirve al equipo de la señora Bondi, que así se llama la Procuradora General, para construir un argumento que parece paradójico: una “discriminación contra la mayoría”. Es que la demanda se funda en la prohibición de discriminar. ¿A quién? A las mujeres que están conformes con su información biológica, que son más que las personas que sólo “adoptan” ese género.
No es, en realidad, un planteo nuevo. En el caso Students for Fair Admission v. Harvard, la Corte Suprema protegió también a los que, en cierto sentido, también eran una mayoría. Los que atacaron por inconstitucional el excesivo peso que tenía en los criterios de ingreso a la universidad el origen étnico de los estudiantes (aplicado para obtener diversidad) no eran blancos que protestaban porque merced a las cuotas habían sido desplazados por negros y latinos. Eran asiáticos, que por alguna razón son los mejores estudiantes en todos los niveles educativos de los Estados Unidos y quedaban afuera por ser amarillos o marroncitos. Demográficamente los asiáticos son, por supuesto, una minoría que ya sabe lo que es sufrir la discriminación, pero en términos de desempeño académico predominan. La Corte falló en contra de Harvard, institución que reconoció en el juicio que en el pasado sus autoridades habían estado infectadas de antisemitismo (la culpa es muy poderosa y explica a veces ulteriores desatinos).
El problema de definir a las minorías tiene ciertas dificultades metafísicas. Por un lado, lo más contiene lo menos, y la minoría más pequeña de todas es el individuo. ¿Y si además de padecer de “inferioridad numérica”, como se dice en el fútbol cuando expulsan a algún jugador, un grupo minoritario prevalece en determinado campo? Nadie descuella en todo. Como dijo el pedagogo Ken Robertson, “¿si alguna vez usted fue a una fiesta de educadores, ha visto cómo bailan?”
El mundo está lleno de minorías que, pese a haber soportado la discriminación, se destacan en algo. La comunidad china es la más próspera en muchos países del sur de Asia. Ni hablar de uno de los pueblos más atrozmente discriminados de la historia, los judíos, que pese a ser demográficamente insignificantes en el mundo han recibido una quinta parte de los premios Nobel. ¿Tienen, acaso, los blancos un punto para atacar los criterios de reclutamiento de los basquetbolistas de la NBA? Yo no he conocido a nadie que enviara a su hijo "al fonoaudiólogo". Y cada vez que he pedido presupuestos para hacer traducciones legales me he encontrado con una profesión también dominada por las damas.
Después viene el problema de saber cuánta diversidad hace falta inocular en alguna parte. Incluso, si hace falta inocularla. El fenómeno de la asociación suele responder a afinidades, no a diferencias. Por eso me sorprende ver que el comité ejecutivo de una “Asociación de Mujeres Juezas de la Argentina” está integrado por diecisiete damas y un señor. Imagino que el hombre estará allí por alguna contribución que haya hecho al propósito de le entidad, no para demostrar que una asociación de mujeres que trabajan de algo no debe ser entendida exactamente como una asociación de mujeres que trabajan de algo. Lo imagino en una reunión como “el hincha de Camerún” que había ideado el dibujante Caloi, el único que había venido a la Argentina a alentar a ese equipo.
El humorista británico Ricky Gervais planteó la dificultad del asunto de manera un tanto más brutal: “En este país hay un cinco por ciento de negros, un cinco por ciento de asiáticos, un cinco por ciento de personas LGBTQ+. Yo soy blanco, heterosexual y multimillonario. Nosotros somos menos del uno por ciento. ¿Acaso ando lloriqueando por eso?”
-Ω-
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