Consejos para la vida corporativa
Si usted pone en práctica los siguientes consejos tendrá asegurado el éxito
en su carrera corporativa al tiempo que mantendrá una excelente calidad de
vida.
1.
Alimente el misterio alrededor de su persona
A medida que un empleado
asciende en la jerarquía de la organización, más difícil resulta para el
prójimo adivinar qué hace, y la utilidad de lo que eventualmente pueda estar
haciendo. No escatime esfuerzos en
ocultar en qué ocupa usted su tiempo. Lo demás lo hará la imaginación de la
gente, que además cuando trabaja en una empresa se vuelve paranoica, y no hay
imaginación más fecunda que la de un paranoico.
Como ha enseñado un
catedrático, los empleados de menor jerarquía trabajan bastante. Sus jefes
inmediatos también, pero se pasan buena parte del día en reuniones
improductivas. Los gerentes ya no trabajan, pues sólo conversan en reuniones y
a veces deben viajar. Los altos directivos, por su parte, sólo viajan; no
trabajan ni se reúnen. Véase al respecto el consejo número 6.
2.
Aproveche las reuniones
Recibirá usted infinidad de
convocatorias a reuniones, la mayoría de las cuales será totalmente ajena a su
área de incumbencia (el resto es evitable). No
falte jamás a ninguna. Una de las conductas más representativas de la
vida corporativa es la obsesión por no resultar ajeno a nada, de modo que uno
pueda, ante terceros, demostrar que está involucrado en todos los asuntos de la
empresa. De todos modos, su conexión con el problema siempre debe ser
superficial. Basta con identificar un tema
y decir quién lo tiene entre manos. Demostrará usted su jerarquía, y fomentará
el respeto de los demás, si dice resueltamente que, desde luego, desconoce los
detalles porque usted no se ocupa del micromanagement (aunque, cuando le
preguntaron al señor Hilton cuál era la clave del éxito de su cadena hotelera dijo
“que la cortina de la ducha encaje perfectamente en el costado de la bañera para
que no se inunde el baño”).
Verá usted que infinidad de
personas participan de reuniones en las que nada se requiere de ellas. No
obstante haberse desayunado de que habían sido llamadas por error, también
concurrirán a las ulteriores reuniones que se organicen sobre el mismo
tema. Cuanto más tiempo pase uno en reuniones, menos deberá hacer y más probabilidad
tendrá de hacer comentarios que indiquen involucramiento en muchos temas.
Lleve siempre con usted un
cuaderno y tome notas de lo que se le vaya ocurriendo. Durante las reuniones
aparece la inspiración y a uno se le ilumina la sesera sobre problemas cuya
solución hasta entonces no encontraba: alternativas de financiación para
cambiar el auto, el regalo ideal de cumpleaños de su madre, el menú para la
comida de Navidad.
3.
Evite que la realidad le arruine una buena
presentación
La destreza en el manejo
del PowerPoint o Prezi es a la vida corporativa lo que el mate era al desaparecido servicio
militar (de nada servía a un conscripto tener habilidades tales como
reparar submarinos, planificar la estrategia de la defensa nacional o entender
mensajes cifrados si no era capaz de cebar un rico mate a su
superior). Análogamente, en nuestras oficinas, el respeto, la dignidad, el
profesionalismo de una acción resultarán directamente proporcionales al tamaño
de la presentación con que se la describa.
Deberá usted (en realidad,
sus colaboradores, los que trabajan) poner toda su energía en desplegar todo
tipo de colores y efectos especiales. El contenido, cuando su discurso tenga
alguno, a nadie le importará, porque la audiencia dedicará todo el tiempo a
discutir el diseño de un documento y no la idea que éste se propone expresar. No importa
que Steve Jobs haya opinado que alguien que sabe lo que quiere decir no
necesita una presentación, y que Jeff Bezos haya prohibido las presentaciones y
ordenado reemplazarlas por dos páginas en Word que los participantes deben leer
antes. Usted resista. No abandone las banderas del tradicionalismo presentador.
Le hablará
a gente que hace demasiados años que ha perdido el hábito de la lectura
reflexiva, de modo que si en la presentación se introducen oraciones de más
de siete palabras nadie entenderá lo que usted ha querido decir. Use, pues, siempre más de siete. La consultora italiana FarNiente se dedicó durante seis meses
a probar el nivel de atención y de comprensión de los miradores de
presentaciones, y llegó a conclusiones asombrosas: un 76% de
los directores analizados no logró descubrir que en medio de la
presentación de una propuesta de presupuesto anual se habían intercalado los
resultados de la última fecha de la liga B del fútbol local y un aviso
clasificado en que se ofrecía en venta una Cinquecento 1963. Lo
interesante es que también en el 24% restante el presupuesto fue aprobado y los
autores del proyecto, felicitados.
4.
Fomente la incomunicación
Si sus colaboradores forman
un único equipo, y entre ellos se comunican y se ayudan para ir resolviendo los
problemas, pronto se pondrá en evidencia que la organización nada perdería si
prescindiera de usted y se quedara con ellos. Por
eso, su área debe constar de, por lo menos, dos equipos de trabajo cuyas
atribuciones deben estar confusamente descriptas, o directamente
superpuestas, de modo que no puedan ser fácilmente delimitadas. Eso, más
temprano que tarde, generará rivalidades que impedirán toda cooperación. De ese
modo, cada vez que sus colaboradores requieran de su atención, usted dirá que
en ese momento está gestionando alguna crisis originada en el otro
equipo (al que usted criticará fuertemente, para alimentar aun más el antagonismo) y no
será molestado por nadie. Si usted es como la mayoría de los
lideres corporativos, que sólo forman equipos con gente mediocre que jamás
pueda hacerles sombra y reemplazarlos, esa gente creerá cualquier cosa.
Aunque no lo necesite, pida
siempre la opinión de alguien sobre lo que acaba de opinar su compañero (rectius:
rival) del otro grupo. Es una buena forma de demostrar que usted no deposita en
el otro el mismo nivel de confianza y, a la vez, de aumentar la autoestima del
consultado.
5.
Despiste con el correo electrónico o chat
Trate de no resolver nunca
nada, pero procure que todo el mundo tenga un mensaje suyo por lo menos dos
veces al día con alguna pregunta adicional, supuestamente necesaria para tomar
una decisión que, así, se continuará aplazando hasta que, invariablemente, la
organización la olvide. Esos mensajes deben comenzar con un potencial (deberíamos
analizar mejor...; habría que…). Además de generar la apariencia de
actividad, usted se mostrará como un profesional prudente que no toma
decisiones apresuradas.
Si antes de enviar el
mensaje incorpora usted muchos destinatarios en el campo “con copia”, el
reflejo pavloviano de contestar a todos hará
que la organización perciba que usted es un gran centro de actividad, aunque
sólo haya dedicado diez segundos a enviar el mensaje original. Lo demás se
le dará por añadidura.
Una buena herramienta para
demostrar su compromiso con la organización es redactar los mensajes a las
cuatro de la tarde, poco después de volver del almuerzo y minutos antes de
retirarse, y programar el ordenador para que sean enviados entre las nueve y
diez de la noche. El prójimo lo admirará por sus agotadoras jornadas de
trabajo, y sentirá algo de remordimiento por haberse retirado ese día tan
temprano como las siete y media. Como bien saben las madres judías, existen
pocas armas de dominación más poderosas que la culpa.
6.
Viaje todo lo que pueda
Los viajes son un excelente
remedio para el stress, y para el logro del primer consejo, si se planifican y
ejecutan de manera inteligente.
En primer lugar, la remota
ubicación de la Argentina le permitirá alegar todo tipo de dificultades en la
tarea de conseguir billetes aéreos para la víspera del día en que presuntamente
usted debe concurrir a alguna reunión en las oficinas de la casa matriz de su
empresa (reunión cuya utilidad, y acaso existencia, sus compañeros locales no
estarán jamás en condiciones de verificar). Así, alegará usted que sólo ha
conseguido vuelos dos o tres días antes de la reunión, que invariablemente
finalizará un viernes por la tarde para permitirle pasar el fin de semana en un
hotel aceptable a cargo de la empresa.
Las ausencias alimentan el
sentimiento persecutorio de los ejecutivos locales, que imaginarán que usted
mantiene cada vez mejores vínculos con los altos mandos y que por eso se ha
convertido en poco menos que un intocable. Nadie se enterará del tiempo que le
ha insumido a usted ingresar en el edificio central de la corporación, adonde
nadie conoce su nombre, y de que en realidad fue a saludar a un subjefe de Cuentas
a Pagar próximo a jubilarse que conoció en una boda porque es tío segundo de su
mujer.
7.
Use el escondite telefónico
Buena parte del (escaso)
tiempo que usted dedicará a la empresa se lo llevará la ardua tarea de
comunicarse telefónicamente; en rigor, de no comunicarse telefónicamente.
Cada vez que su asistente
le haga saber que ha recibido un llamado, rehúse contestarlo en ese momento.
Hágalo, siempre al teléfono fijo, nunca al móvil (por suerte, hay compañías que
todavía tienen teléfonos fijos), a la hora en que usted sabe que el otro no
estará disponible o que dispondrá de muy poco tiempo para conversar. La hora
del almuerzo es especialmente indicada para devolver llamadas sobre temas
que exigirían un cuidadoso análisis que usted no está dispuesto a hacer en ese
momento ni nunca.
8.
Represente a la empresa en todo tipo de instituciones
La representación de su
compañía en asociaciones, cámaras, institutos de estudios o proyectos
corporativos es una excelente oportunidad para que el tiempo transcurra sin
presiones mientras a usted continúan pagándole el sueldo.
Tiene, además, la ventaja de
que usted desempeñará actividades (por llamarlas de alguna manera) sin la
molesta presencia de su jefe. Estará frente a colegas de otras compañías o de
otros países que no tienen sobre usted la más mínima autoridad y que, en
verdad, comparten su propósito de pasarla bien fuera de la oficina.
9.
Demuestre hiperactividad y prisa
Deambule por los pasillos de
la empresa a paso vivo, sin dejar de mirar el piso y con cara de
preocupación. Lleve siempre algunos papeles (recuerde cambiarlos cada tanto
para que no se tornen amarillos o acumulen demasiadas manchas de café). Vaya
cambiando de recorrido y de ascensores, de modo que nadie pueda encontrar un
sentido a su itinerario.
De ese modo aprovechará el
horario de trabajo para hacer ejercicio, mejorar su circulación y generar
endorfinas que levantarán notablemente su ánimo. Al final de la
jornada laboral estará usted en óptimas condiciones
para encarar las actividades que realmente le importan.
10. Rotación o muerte
Si usted ha aplicado las
nueve recomendaciones anteriores, estará en perfectas condiciones para no hacer
nada y, lo que es más importante, para que nadie pueda desenmascararlo. Pero desdichadamente nada
dura para siempre. Deberá usted procurar que
todo el tiempo le sean asignadas nuevas incumbencias en reemplazo de las
anteriores. De ese modo, su inoperancia en la tarea abandonada será atribuida a
la gestión anterior y al poco tiempo que tuvo para implementar sus propias
iniciativas, fenómeno que se repetirá respecto de la nueva función, y
así hasta el infinito.
Extraído de Lo que nadie se llevó, 2019.
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