Algo tenía que salir bien
Alguno le habrá dicho a aquel
florentino: “mire, maestro, debería acompañarlo a usted demasiado la suerte
para que uno de tres alumnos sirviera para algo”.
Acaso en ese mismo momento, frente
al atril, empezaría a hacer el ejercicio del día el chico Ghirlandaio, que por
haber llegado tarde habría podido pispear los garabatos de un par de compañeros,
un tal Sandro (hermano de un regordete al que habían apodado botellón, o Botticello)
y el hijo ilegítimo de un noble al que llamaban simplemente Leonardo. Había un cuarto
compañero, que tal vez por ser de afuera (era perugino) habría faltado ese día al
taller del maestro Verrocchio.
Todavía no se
habían inventado los especialistas en cálculo probabilístico, ni los
pronosticadores de elecciones.
Comentarios
Publicar un comentario