Nihil novo sub sole

 


Las “Pequeñas crónicas” del profesor de Historia Económica Carlo M. Cipolla (1922-2000; Universidad de Pavia, profesor emérito en UC Berkeley) reúnen sus notas en Il corriere della sera de los 80 y principios de los 90. Algunas parecen noticias de ahora a las que les ha cambiado la fecha.

Resulta que el desastroso reinado de Felipe II, que se embarcó en costosas guerras y dilapidó la plata y el oro de América, inició la era de la deuda pública, que el monarca español tomó de banqueros genoveses y florentinos a unas tasas estrambóticas. El despilfarro español, además, inició el mercado de capitales, ya que los mercaderes florentinos, genoveses y venecianos comenzaron a invertir en títulos de deuda soberana, literalmente. Felipe II se quejó amargamente después de la expoliación que sufría de los genoveses a que él había recurrido, por supuesto, de manera voluntaria. Las regalías mineras de México y de Potosí, entonces, construyeron los más lindos palacios de Génova.

El Vaticano debió morigerar su condena moral al préstamo con interés cuando el papa Clemente VII (un Médici, o sea un banquero) hizo la primera emisión de deuda pontificia para salir de una situación muy difícil, algo que debieron seguir haciendo porque luego de la Reforma media Europa se volvió protestante y dejó de pagar el óbolo de San Pedro. En algunas emisiones se hacía figurar un capital mayor que el suscripto para esquivar una norma que limitaba el interés al 5%.

La peste bubónica del siglo XIII originó un escándalo de corrupción en la compra de colchones para los pobres de Florencia (a la mugre de los colchones se adjudicaba la transmisión de la enfermedad, no sabían que existían los microbios). Encontraron miles de colchones que en lugar de lana tenían adentro cosas aun más perjudiciales para la salud. Un solo proveedor amigo del gobierno había concentrado la mayor parte de la provisión al estado florentino, y el resto se había cartelizado.

El leasing ya existía en Florencia en el siglo XIV, lo mismo que la tercerización y el teletrabajo. Los capitalistas compraban el telar y la materia prima, que entregaban a tejedores que trabajaban en sus casas. Uno de esos contratos, que se conserva en una biblioteca de Florencia (120% anual sobre el valor de un telar francés que había que declarar por si lo rompían), tuvo como dador del leasing a un artista que hacía negocios con los gobernantes pintando al poveretto de Asís: Giotto.

Comentarios

  1. Molto interessante. Praticamente noi italiani siamo stati gli antichi "inventori" del sistema che si sta perpetuando ai giorni nostri.

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