Les Luthiers lo habían advertido

 




Decir que la vida imita al arte es un lugar común. Para Woody Allen eso no es cierto: en realidad imita a la mala televisión.

Cualquiera sea el caso, Les Luthiers alguna vez imaginaron a una banda de políticos corruptos que se proponía modificar el himno nacional para convertirlo en un mensaje proselitista. Tiempo después, el alcalde de Caracas propuso hacer lo mismo, para que el himno venezolano mencionara a Hugo Chávez.

También, en el sketch “La vida es hermosa (disuacidio)", los maestros del humor mostraron cómo funcionaba un estrafalario centro estatal de asistencia al suicida. Allí un burócrata atendía el llamado de alguien previsiblemente desesperado y, en lugar de contenerlo le hacía todo tipo de preguntas inútiles, entre otras si era la primera vez que se suicidaba. Los roles terminaban invirtiéndose: el que había llamado terminaba consolando al deprimido funcionario. Al presentarlo, el recordado Marcos Mundstock explicaba que el suicidio no es delito, sobre todo por la dificultad de que en tal caso el delincuente y el cuerpo del delito serían la misma cosa. Eso sí, informaba, a veces lo es la tentativa de delito, que en algunos países protestantes llega a castigarse con la pena de muerte.

Nuestra ley 27130 se ocupa de los suicidas, para los que establece todo tipo de programas de asistencia. Un artículo obliga a toda persona que haya tomado conocimiento de un intento de suicidio mantener la confidencialidad de semejante dato. Pero otro manda “comunicar, no denunciar” (se ve que son cosas distintas) el intento de suicidio de un menor a la autoridad local en materia de minoridad. Como se sabe, no hay nada más reservado que un expediente administrativo.

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