En la variedad está el gusto
Cortázar escribió un cuento al que puso el pintoresco título de Pequeña historia tendiente a ilustrar lo precario de la estabilidad dentro de la cual creemos existir, o sea que las leyes podrían ceder terreno a las excepciones, azares o improbabilidades, y ahí te quiero ver.
Don Julio imagina allí que luego de la muerte de los integrantes del directorio de un
organismo internacional en un accidente aéreo (no de todos, porque uno, llamado
Félix, pierde el vuelo), las delegaciones de todos los países se reúnen para
elegir a los reemplazantes. Al cabo de las deliberaciones, resulta que todos los propuestos se llaman también Félix. A pesar de que cada uno es en su país la
máxima autoridad en la materia, todos renuncian al día siguiente alegando
motivos personales. En verdad lo hacen sencillamente porque les parece intolerable la idea de
integrar un organismo en que todos se llamen Félix.
El gobierno de Alberto Fernández es, todos los saben,
comandado en la realidad por Cristina Fernández. La crisis de los últimos días
fue resuelta mediante la incorporación al gabinete de Aníbal Fernández. En La
Nación del 19 de septiembre, una columna de opinión da a entender que los
obispos fueron funcionales a los planes conspirativos de la señora Fernández
contra el señor Fernández. Tal vez el columnista, que se llama Jorge Fernández
Díaz, piense en el ataque más visible que recibió Alberto Fernández antes del
de Cristina Fernández: la fortísima crítica que, en medio de la turbulencia,
hizo por escrito el arzobispo de La Plata, monseñor Víctor Fernández.
(No concuerdo con mi amigo Matías, que me dice que esto tiene
que ver con la exitosa acción de campaña que tuvo la candidata que mostró sus encomiables
asentaderas frente al Congreso Nacional, señora Cinthia Fernández, que para mí es
otro tema).
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