Diez cosas que cabe esperar cuando se asiste a una conferencia en Buenos Aires

 



  1. La conferencia empieza media hora tarde. Como se trata de una costumbre importada de las ceremonias de bodas, que autorizan (y presuponen) esa demora impropia de gente civilizada, nadie pide disculpas a los imbéciles que han sido puntuales. 
  2. La persona que presenta al orador es habitualmente el líder de la institución organizadora. Dedica diez minutos a hacerse un homenaje a sí mismo, y otros  veinte a repasar la agenda de la entidad, a pesar de que sus miembros ya la conocen y al resto del público no le interesa y ha llegado hasta el lugar por otro motivo. 
  3. El disertante desperdicia demasiados minutos para explicar lo honrado que está por la invitación y los pormenores de las conversaciones que ha tenido con el anfitrión para que ocurriera la conferencia.
  4. Luego hace una introducción, más bien un rodeo, como si evitara ocuparse del tema del que ha prometido hablar. Recurre a eso que los gringos llaman throat-clearing expressions. Emula a “Museo de la novela de la eterna”, que tiene cincuenta y nueve prólogos, pero desdichadamente carece del talento descomunal de Macedonio Fernández. 
  5. Si el orador ha escrito un libro o un artículo sobre el tema de la conferencia, lee capítulos enteros de esa obra, como si le hablara a analfabetos o le faltara el respeto al finado Gutenberg (o a “Googletenberg”). 
  6. Si se ayuda con una presentación, la llena de textos. El público debe leerlos trabajosamente (el de las filas más alejadas ni lo intenta y empieza a mirar el Whatsapp) y durante esa tarea deja de prestar atención a lo que el orador está diciendo.
  7. La falta de sincronización entre el contenido de la parte de la presentación que aparece en cada momento y las palabras del conferencista obliga al público a mirar a un lado y al otro moviendo todo el tiempo la cabeza, como si presenciara un partido de tenis.
  8. Por distraerse hablando de “la mar y los peces” (como dicen en España) el tiempo que le han asignado le resulta insuficiente al protagonista para desarrollar el tema. Por eso la conferencia finaliza abruptamente con un pedido de disculpas. 
  9. Los oyentes utilizan el tiempo de las preguntas para no hacer ninguna. Piden la palabra, pero sus larguísimas frases rara vez finalizan con un signo de interrogación. Lo que quieren es disertar ellos un poquito. 
  10. Los más narcisistas persiguen al orador hasta el taxi para completarle alguna idea propia. 



Comentarios

  1. pero si hay algo para comer y/o tomar, todo aburrimiento se compensa...

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Huracán vs. Belgrano de Córdoba. La crónica.

Día de la Tradición

Che, ocupate un poco más de tu vecino