Paridad de género (musical)


La senadora nacional Sandra Mendoza alcanzó notoriedad cuando hizo que todo el mundo imaginara las dificultades que ella tendría con el idioma si le tocara viajar a Montevideo. Es la que dijo, leyendo, que la relación con el Fondo Monetario Internacional era “una espada de Domacle” que había que “afrentar”. No hay que confundirla con una exdiputada chaqueña de igual nombre y no menos pintoresca. Aunque parezca uno de sus ingeniosos juegos de palabras, la Mendoza de que hablo es tucumana.

La legisladora acaba de urdir un proyecto de ley semántica y gramaticalmente algo osado, pero que parecería exigir que “el 50% de las obras musicales” que forman las bandas sonoras de cualquier producción audiovisual hayan sido compuestas por autoras y compositoras argentinas.

De modo que si alguien utiliza en una película Las cuatro estaciones debería agregarle otras cuatro canciones registradas por argentinas, se relacionen o no con la meteorología y hayan sido o no compuestas para una orquesta de cuerdas por una persona veneciana nacida en el siglo diecisiete. Y si, como me hace notar un amigo, una novela televisiva estuviera ambientada en los cabarets porteños de mitad del siglo veinte deberían encontrarse tangos escritos por damas, que alguno habrá.

Pero alguna que otra escapatoria hay. El proyecto obliga a contar “obras musicales”, que define como canciones o temas “que se interpreten total o parcialmente”. De modo que la paridad de género se alcanzaría si luego de reproducir los casi setenta minutos que dura la Novena Sinfonía de Beethoven se colara un solo compás de La tortuga Manuelita, de María Elena Walsh. Supongo que sería suficiente. No haría falta ni siquiera completar el segundo verso nombrando a Pehuajó.

Algún vivillo alegará que las obligaciones que establece el proyecto no son tales, porque no aparece ninguna sanción por incumplirlas. Falso: su autora se ocupó de escribir que El cupo establecido en la presente ley es requisito inexcusable a los fines de acceder a la asignación de recursos por parte de los organismos de la Administración Pública Nacional en concepto de publicidad oficial, subsidios o cualquier tipo de apoyo económico y/o auspicio institucional. De modo que hasta con los ojos cerrados usted identificará las películas y los programas de televisión que fueron hechos con su dinero.

Después de todo, ¿quién quiere escuchar una banda sonora compuesta solamente por, digamos, Ennio Morricone?





Comentarios

  1. se viene la música trans?

    ResponderEliminar
  2. La verdadera afrenta la afrontará la música en caso que se impida la creación libre, sublime, de cualquier compositor de calidad (cualquiera sea el género - musical o personal del autor-).

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Huracán vs. Belgrano de Córdoba. La crónica.

Día de la Tradición

Che, ocupate un poco más de tu vecino