The Crown (segunda temporada)

        


        “Hay que tener miedo solamente a los boludos, porque son muchos. Por temprano que te levantes, adonde vas ya está lleno de boludos”. Eso decía Facundo Cabral. Y tenía razón: de hecho, a él lo asesinó un boludo que quería matar a otro.

        Mi personal escala boludométrica pone en primer lugar, en orden descendente, al que le reclama al gobernante que tome una medida autoritaria que particularmente a él (al boludo) le agrada, pero no sabe qué clase de monstruo está alimentando, ni se imagina que ante el más leve cambio de viento él será la próxima víctima, como se merece. Segundos están todos los que permiten calladitos que eso pase.

        En la ciudad mendocina de Guaymallén cuestionaron ante los tribunales la decisión del municipio de suspender la elección de la Reina de la Vendimia de ese distrito, que luego competiría por el reinado de toda la provincia en la fiesta de eso mismo que, creo, se hace en marzo de cada año. El gobernante del lugar justificó la medida porque esa competencia “cosifica” a la mujer, por lo menos adentro de su cabeza (de la cabeza del gobernante). Semejante asunto ocupó nada menos que a la Suprema Corte de la provincia que, a falta de otra cosa más importante que hacer y dado que al fin de cuentas en noviembre se sabe que el año está perdido, resolvió convocar a una audiencia pública para que los vecinos opinaran al respecto. El tribunal montó una especie de asamblea ateniense dedicada a la elección de la reina de la cosecha de la uva. Es un pintoresco caso de juristas que se meten a resolver cuestiones reservadas a las autoridades políticas, y que antes de aplicar normas y principios del Derecho que se supone aprendieron en la universidad (¿cuáles serán en este caso?) se lo consultan al panadero de la otra cuadra. En esa audiencia hablaron algunos intelectuales que opinaron que llamar “reina” a la concursante vencedora equivalía a adoptar una postura “verticalista y autoritaria”, como si la chica que se disponían a coronar fuera a tener alguna autoridad sobre la gente de Guaymallén. A lo mejor esos intelectuales han estado en Dinamarca, ahí comprobaron que se trata de una dictadura atroz y resulta que nosotros lo ignorábamos.

        Que yo sepa, ninguna joven del lugar ha denunciado que la obligaran bajo tortura a participar de esa competencia. Supongamos que sea cierto que semejante actividad “cosifique” a la mujer, e incluso que entristezca a las mujeres menos agraciadas, como a mí me entristecía ser un gordo torpe para todos los deportes y que jamás me hubiera aplaudido nadie por haber hecho un gol durante el ratito en que me ponían por lástima (hace medio siglo no conocían en mi pueblo la “acción afirmativa”). El gobernante ha resuelto que tiene autoridad para prohibir que mujeres que aspiran a ser cosificadas participen de esa soberana estupidez, y que sean aplaudidas por sus eventuales cosificadores, aprecien éstos la belleza y la gracia femeninas o sean desagradables babosos. Mi amigo el jurista Avelino Rolon, siempre dispuesto a compartir generosamente sus portentosos conocimientos, puso a trabajar en el tema a su equipo de investigadores. Me lo acaba de explicar: la que inició el pleito había sido reina en 2007, bajo la vigencia del Código Civil que había escrito el finado Vélez Sarsfield, libro que entendía que “cosas” eran otras cosas, no las cosas que ahora consideramos cosas actuales o entidades potencialmente cosificables. Acaso ignoraran eso los abogados de la actora, vaya uno a saber.

        La crisis institucional de Guaymallén continúa, aunque por suerte y dada la urgencia del tema intervino también el gobernador provincial, otro de sueldo alto, que como medida interina decretó que ante la vacancia del trono se prolongara el mandato de la soberana anterior. Como si la hubiera nombrado regente, pero de una reina aún desconocida. Se ve que en la comunidad de viñateros la monarquía no es tan absoluta, porque los reinados no son vitalicios (imagínense que les tocara una longeva como la británica y hubiera habido que pasearla a los noventa y pico arriba de una carroza llena de canastos de uva Malbec). Parece que la Constitución de Mendoza atribuye facultades al gobernador para ocuparse de la línea sucesoria de las monarquías que vayan apareciendo por ahí. Raro, porque en general es al revés: en las monarquías constitucionales europeas hacen la parodia de que el rey le encarga a alguien formar gobierno y luego lo “inviste” como primer ministro. Es también una farsa, pero con estilo: cuando Elizabeth II en su discurso anual ante el Parlamento hablaba todo el tiempo de my government eso era nada más que humor inglés. En Mendoza es al revés: hay una soberana ma non troppo que se subordina al gobernador y el asunto es tan serio que llega hasta la Suprema Corte. 

        A toda esa gente habría que mandarla a su casa con la tarea de escribir cien veces “no debo ocuparme de boludeces”. Pero sería eso tan autoritario como lo otro. Una pena. Hay que resignarse entonces al fenómeno y dejar que los súbditos de Guaymallén, que los habrá jacobinos y girondinos, hagan con ese tema los que les venga en ganas. 

        No sé por qué recuerdo ahora lo que cantaba Nacha Guevara: El tiempo no tiene nada que ver / Cuando se es boludo se es boludo / Sea rector o bachiller / Si se es boludo, se es boludo / Y basta ya de discusiones / Boludos jubilados, boludos debutantes / Boluditos de la nueva promoción / Viejos boludos de antes / ¡Boludos que el mundo unió!

-Ω-

Comentarios

  1. Fantastico!!! Hay mucho boludo dando vuelta!!! Me recuerda la maquina de cortar boludos del Gran Tato!!!! https://youtu.be/zPrHB1yc-fE

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  2. Entonces la soberana del año pasado sí puede seguir siendo "cosificada", dado que le han prolongado su reinado, mientras que "ar" una nueva monarca sería políticamente incorrecto...🤔

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  3. "Cosificar"* (quise decir, pero quedó la palabra cortada)

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