Feliz Día de la Mujer

        


        Debo a mi amigo el periodista y escritor Alejandro J. Lomuto haber empezado a leer a Enrique Krauze. Previsiblemente, la admiración que me contagió Alejandro se extendió a la revista Letras libres, que el intelectual mexicano fundó y dirige. Como la publicación hace honor a su nombre, no todo lo que trae es ni podría ser de mi agrado. Pero todo me hace pensar, o me estimula a hacer lo más aproximado al pensamiento de que soy capaz.

        Con motivo del Día de la Mujer, y ubicado quién sabe por qué en la sección dedicada a la ciencia y a la tecnología, Letras libres publicó el artículo Calladita estás más guapa. Estereotipos de género aplicados a la forma de hablar de las mujeres. Lo firma una lingüista española cuyo nombre parece más bien una sugerencia algo inusual: Mamen Horno.

        La profesora Horno se ocupa de repasar ciertas atrocidades culturales y legales que regían en su país hasta hace tan poco como un siglo. Las conozco, porque estaban también en mi país, que no lo tuvo a Franco pero es como si lo hubiera tenido, usted me entiende... La autora señala ejemplos abominables como la incapacidad jurídica de la mujer, que la asimilaba a un menor y la obligaba a ser representada por el marido para cualquier cosa importante, la falta de castigo por violar a la cónyuge, la asimetría para tratar el adulterio de uno y de otra, y cosas así.

        Luego de semejante inventario, que a mí en lugar de angustia me produce orgullo de pertenecer a la humanidad porque tantos cambios saludables en tan poco tiempo me parecen un prodigio, la profesora espeta sin ninguna escala argumental su idea de que el habla de las mujeres no se ha liberado aún de esas pasadas depravaciones. Se me dirá que eso es tan obvio como que de noche está más oscuro que de día, y que sería imposible que el idioma de los groenlandeses careciera de toda huella de la cultura esquimal (salvo que alguien les impusiera, si fuera eso posible, la nuevalengua de Orwell, o la más simpática panlengua que se propuso inventar Xul Solar).

        Los sicilianos, como se sabe, sufrieron una colección de invasores difícil de superar en variedad. Los ocuparon sucesivamente griegos, árabes, normandos, españoles (al final, también los piamonteses comandados por un ligur). En el dialecto siciliano, por ejemplo, para significar “usted” (en italiano, Lei) dicen vossia, resabio del español “vuestra señoría”. ¿Supondrá la profesora Horno que eso es un síntoma de una sujeción de la gente pobre de Agrigento respecto de los ricos de Pozuelo de Alarcón? A los sicilianos, creo, eso les importa un pimiento.

        ¿Pero de qué síntomas lingüísticos deduce doña Mamen el daño cerebral que padecerían las mujeres de hoy y que habría sido causado por el que propinaron los hombres de hace cien años a sus bisabuelas? Pues de que usan diminutivos, superlativos (“superbonito”), acortan las palabras (“peli”) y exageran un tono agudo para enfatizar, algo que no hace Mike Tyson. También atribuye a las mujeres utilizar adjetivos como "bonito", algo que hasta hoy no supe que hubiera maravillado a nadie.

        Si hay algo que desconozco es la Lingüística (aunque, como diría Borges, la ignoro con cierto entusiasmo). Pero se me da por pensar que si yo estuviera en el lugar de la profesora Mamen Horno acaso me cuidaría de dos problemas tan dañinos como el machismo. El primero es la llamada falacia de causalidad, según la cual si a un hecho sigue otro atribuimos automáticamente al primero ser causa del segundo, como hacen los supersticiosos. No es fatal que se me quemen las tostadas luego de que meta un gol San Lorenzo, aunque esa secuencia se me hubiera presentado alguna vez. El segundo, la proverbial Ley del Instrumento, que para algunos definió y para otros sólo popularizó Abraham Maslow, por la que todos exageramos la utilidad de la herramienta que sabemos manejar. El que vende martillos no solamente cree que todos los problemas son clavos, sino que anda por la vida martillándolo todo.

        La autora no critica los vestigios de machismo en los hombres, sino en las propias mujeres. No señala ninguna circunstancia que permita sospechar que son los hombres los que hoy impiden a las mujeres mejorar su léxico. Destaca un resabio de machismo mal curado alojado en el cerebro de una víctima robotizada. Un extraño caso de robots con cerebro. Ha tomado la pintoresca decisión de conmemorar a las mujeres en su día criticándolas.

        Mientras reviso mi propia sexualidad, dado que yo también uso adjetivos (compro, por ejemplo, "lechuga morada"), acorto palabras (pasé años llevando a mis hijos “al cole”) y uso superlativos (“¡che, buenísimas las mollejas!”), pienso que probablemente la profesora Mamen Horno prefiera que todas las personas hablemos como escribe un gerente de auditoría interna. ¿Usted alguna vez leyó un informe de auditoría interna? Si se anima, haga la prueba.

-Ω-


Comentarios

  1. 👏SIEMPRE SE PUEDE "APRENDER ALGO" "PROCESARLO" Y *DECIDIR* Q HACER....
    ABRAZO, FAFA PORTELLA (APRENDIENDO...)

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