El corazón es grande, pero la ordenanza municipal...

        

        Si usted tiene pensado mudarse a Shawnee, un suburbio de Kansas City, le aconsejo llamar antes a su abogado, o a su ginecólogo, o a quien sea que tenga a cargo su asesoramiento en materia de planificación familiar.

        La municipalidad de ahí aprobó una ordenanza de zonificación que, mediante una redacción retorcida que obliga a estudiar la definición de “familia” y aplicarla a contrario sensu (viejo truco de abogados tramposos para que nadie se entere de lo que han escrito) prohibió que en una casa vivan más de tres personas si una de ellas es adulta y no está relacionada con todas las demás por un vínculo de sangre, matrimonio, adopción u obligación legal de guarda. Eso significa que si hay un conviviente que no tiene alguno de esos vínculos con otro de los habitantes de la vivienda, no importa que los tenga con los demás y todo ese grupo incurre en infracción si supera el límite de almas permitidas bajo el mismo techo.

        Una dama llamada Val French demandó la inconstitucionalidad de la ordenanza porque en su casa viven ella, su marido, dos hijos de ella de un matrimonio anterior y la novia de uno. Como la chica no tiene ninguno de los vínculos admitidos por el municipio, la señora French debería desalojarla. 

        ¿Los concejales de Shawnee tienen algún problema con la gente generosa que aloja amigos? ¿Son religiosos fundamentalistas que exigen “papeles” para que algunas personas vivan bajo el mismo techo cuando quieren compartir gastos?

        Nada de eso. Los tiros vienen por otro lado y se explican cuando uno se entera de que en el mismo juicio, y patrocinada por la misma ONG conservadora Pacific Legal Foundation, una empresa llamada HomeRoom, Inc. también demandó la invalidez de la norma. HomeRoom, Inc. se dedica a conectar personas de edad avanzada que buscan alguien para compartir vivienda y gestiona ese tipo de residencias.

        Leo en la demanda que a algún funcionario municipal se le escapó en una audiencia pública que el asunto era relevante porque, si se permitiera esta especie de Uber para lo que podríamos llamar roomates de la tercera edad, las zonas habilitadas para viviendas familiares se convertirían en algo así como asilos. Se ve que el mastuerzo quiere hacer ingeniería social escondiendo a los ancianos, o tal vez busque multiplicar las boletas del impuesto inmobiliario obligando a la gente a construir más casas, vaya uno a saber.

        Es decir, en el país de los derechos individuales una comuna se ha propuesto regular no ya el uso de la tierra, sino a los usuarios, entrometiéndose en sus decisiones privadas. Como no podía ser de otra manera, el asunto ya está en los tribunales. El rosario de derechos constitucionales que los demandantes dicen que la ordenanza viola es previsible: derecho a la vivienda, a asociarse y, también, la igualdad ante la ley. Esto último porque nada impide que un matrimonio (o una pareja de adultos, aunque no estén casados) adopte catorce niños y todos deban compartir el mismo baño. Eso sí, si la abuela trae a una amiga es otro cantar.

    Groucho Marx, el que dijo la frase de la foto, fue mucho más que un cómico de talento descomunal. No en vano hay artículos suyos en The New Yorker, donde no publica cualquier papanatas. Es que pasan cosas raras en Kansas: la señora French se queja por la ordenanza, cuando en condiciones normales desalojar a la nuera con un buen pretexto sería el sueño de cualquier suegra.

-Ω-

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