Escribidores (con su permiso, don Beppe)



    
   

        Pedí permiso a mi admirado Beppe Severgnini para traducir lo que puso hace mucho en su blog Italians, del Corriere della Sera, y que reprodujo con algún retoque en su libro Lezioni semiserie d’italiano. Me respondió de manera tan simpática como elegante: "usted no necesita mi permiso, gracias por su estima".

        Ahí voy, entonces, a manera de homenaje a un gran periodista (discípulo del legendario Indro Montanelli) y exquisito escritor, que ha contribuido a que a mí me gustara aún más el idioma italiano y me esforzara para aprenderlo. Espero no estropear del todo la gracia del original.


EN ESCRITOR UNO SE CONVIERTE: ¡APRENDAN!

Beppe Severgnini

        Algún que otro texto, algunas clases en la escuela, muchos sobrecitos en la correspondencia, miles de emails: ya no tengo dudas. Los italianos tal vez lean poco, pero escriben un montón. El correo electrónico ha entrenado los dedos y el cerebro: poner por escrito los pensamientos se ha convertido en una laudable costumbre, como era en el Ochocientos. Para un país de cultura sensual (imágenes, sonidos, olores, sabores) es una revolución. 

        El nuevo hábito de la escritura está generando fenómenos curiosos. Algunos, por ejemplo, entienden que la inspiración es importante, y que las ideas (claras, en lo posible) siguen siendo fundamentales. Pero escribir es también una técnica. Y se puede aprender. 

        La música, el dibujo, el deporte son impiadosos: una guitarra, una hoja en blanco y un campo de juego de fútbol no perdonan. Si no logro obtener una melodía, un retrato o un tiro al arco, no puedo vociferar “¡ustedes no me entienden!” Los escritores aficionados, a menudo, sí tienen esa actitud y es imposible convencerlos de que la abandonen. Escriben como yo canto; y quien me haya escuchado sabe que se trata de una experiencia paralizante. 

        Repito: los escritores se hacen. No hace falta apuntar a las cimas de Hemingway (aunque su simplicidad, fruto del esfuerzo, es un modelo). Basta saber escribir un email eficaz, del cual pueden depender tantas cosas (un encuentro, un negocio, un amor más o un equívoco menos). En estos años los avances han sido grandes. Las cartas que recibo a través del foro Italians, que funciona desde 1998, lo demuestran: durante los primeros tiempos eran contorsiones intimistas; hoy son puntos de vista expresados con eficacia y utilizando distintos registros (sorpresa, preocupación, ironía, indignación, etc.). 

        Escribir bien es eso, nada más. Esta nueva y difundida capacidad ha traído ventajas, pero también algunos problemas. Por ejemplo, la grafomanía (ese que te bombardea con disertaciones doctas sobre la Juventus, y pretende siempre una respuesta). O la ”publicitis”. ¿Cómo, qué es eso? Es el deseo, la pasión, el ansia por la publicación, el placer erótico de ver las opiniones propias entre dos tapas. Es una enfermedad seria de las vías literarias y requiere oportunos antibióticos:

1. Recuerden que la publicación es irrevocable, y no es de por sí un motivo de orgullo. Hagan un largo, circunstanciado, impiadoso, repetido examen de conciencia antes de acudir a parientes y amigos para lo que, de todos modos, es un juicio difícil. No todos, en realidad, tendrán el hígado para decirles: “Joven, lo he leído. Es aburrido, infantil y me hizo perder un montón de tiempo. Por suerte lo ha impreso usted sobre una sola faz, así se lo puedo dar a mi hijo para que haga garabatos”. 

2. Recuerden que el editor es un empresario (bueno, menos bueno), valora el producto y calcula el riesgo. Si se convence de que venderá, publica y les paga los derechos. El que pide dinero al autor para imprimir un libro no comete un delito: provocar dolosamente una ilusión no está en el código penal. Pero se trata de un imprentero, no de un editor, aunque se haga llamar así. Alguno estará pensando: “si pago dos mil euros por un reloj, ¿por qué no destinar tres mil a un librito que tenga mi nombre?” Respuesta: porque el reloj se queda en la muñeca del propietario, el maléfico librito terminará en las manos de muchos inocentes. 

3. Recuerden que existe Internet. Los blogs y los sitios son el lugar ideal (y gratuito) para afrontar la prueba del público. Cierto, no es fácil adquirir visibilidad, pero tampoco es imposible. Ya hay muchos libros nacidos en un blog. El papel puede ser romántico, es verdad. Pero –sobre todo para los principiantes- es también pesado, obstaculizador y costoso. 


-Ω-


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