Chupópteros

       



        Si no encendemos el radar es poco probable que detectemos la presencia de naves enemigas, que están siempre al acecho.

        Ya sé que “chupóptero” es una esdrújula un poco extravagante, pero me gusta como suena. Los de la academia de Madrid la definen así: 1. adj. despect. coloq. Dicho de una persona: Que, sin prestar servicios efectivos, percibe uno o más sueldos. U. t. c. s. 2. adj. despect. coloq. Dicho de una persona: Que se aprovecha de otras. 

        Yo encendí ese radar hace poco tiempo, cuando descubrí la obviedad de que el tiempo que me quedaba de vida era cada día más escaso y recordé la ley de la oferta y la demanda: cuanto menos hay de algo más vale. Ahora elimino parásitos de mi vida como se hace en los videojuegos con los muñequitos que hay que voltear, sin pausa y sin piedad. Detecto un chupóptero y me digo “es él o yo, esto es como en los toros, alguno de los dos no saldrá vivo”.

        Me dirán que estoy más solo que antes. En absoluto, el tipo de relaciones que me dedico a espantar carece de todo valor, son “pérdidas” meramente ilusorias (como sería que el Estado Argentino regalase el clavo de Aerolíneas Argentinas).

        Van tres ejemplos recientes. Como verán, el chupóptero siempre decora su ataque con un elogio. Antes de pedir halaga. Detecta y aprovecha de manera depravada cualquier déficit de autoestima de la víctima.

        Con uno que me vive haciendo todo tipo de consultas:

            - Gobbi, en mi edificio ahora prohíben que entren albañiles los sábados, y yo creo que eso va en contra del reglamento. A vos que te gusta escribir y tenés una mente jurídica privilegiada. ¿No te animás a mandarme algo así lo distribuyo a mis vecinos?

            - Me gusta escribir, pero no opiniones jurídicas. Por eso lo que me pagan no son honorarios (no hay mucho honor en lo que hago), sino una indemnización por el daño moral que me causa semejante tarea. A algunas cosas legales “las ignoro con entusiasmo”, como diría Borges, pero no tengo la más neblinosa idea de qué se hace con los problemas de vecindad en los edificios de la Recoleta que tienen pileta, sauna y cancha de tenis. Es una materia que no me despierta el más mínimo erotismo (a lo mejor, sí un poco de envidia). Aunque el asunto parece facilongo, igual debería estudiarlo un poquito. Preferiría continuar ignorando el tema.

        Con la secretaria de redacción de una revista jurídica:

            - Doctor, nos gustaría publicar alguno de sus tan interesantes artículos.

            - ¡Qué honor! Muchas gracias. Con gusto, tengo dos o tres temas que me andan revoloteando. ¿Cuántos serían mis honorarios?

            - Disculpe, pensé que usted ya sabía que la revista no paga las colaboraciones. Los abogados tienen la ventaja de hacerse conocidos, enriquecer su currículum, es bueno para su imagen. Es un win-win.

            - Si hay personas que les regalan la materia prima para que ustedes vendan suscripciones porque suponen que eso les conviene, magnífico. Pero yo no quiero que nadie más me conozca, porque he pasado los sesenta y me puse a hacer un cálculo: no me alcanzará lo que me queda para disfrutar de la compañía de las personas que ya conozco y aprecio. Si yo empezara a incorporar más conocidos, mi vida se volvería inmanejable. Y además trato de trabajar para gente inteligente. Solamente un cliente demasiado bobo contrataría por un currículum lleno de publicaciones (como hace el estado, el más bobo de los clientes). Eso puede servir para buscar profesores, no abogados, y yo no tengo ahora ninguna actividad académica.

        Con un profesor titular de una carísima universidad privada argentina:

            - ¿Sabés? Me gustaría que dieras una clase de mi materia desde la perspectiva del abogado de empresas, algo que vos has estudiado tan bien y... 

            - Me encantaría. ¿Cuánto pagan?

            - Lamentablemente, no se paga. Sería en calidad de profesor invitado. Como no estás nombrado en la cátedra no hay forma de pagarte. Disculpame, obviamente tenés toda la libertad de decirme que no…

            - Imaginaba que tendría esa libertad, de lo contrario no me habrías hecho la invitación, sino dado una orden. Me gustaría explicarte por qué te digo que no. Yo dedico mucho tiempo a preparar mis clases, junto material, ofrezco que los estudiantes después me llamen o me escriban y les sigo mandando cosas, y eso. Vos te vas a quedar en tu casa mientras yo trabajo y a fin de mes tu sueldo será el mismo.

            - Mirá que sos jodido…

            - ¿Por?

        Fueron los últimos diálogos que mantuve con esa gente. Misión cumplida. Por ahora le viene tocando al toro.

-Ω-


Comentarios

  1. Magnífico como siempre, Marcelo. Yo también trato de mantener los chupópteros a distancia, pero los muy puñeteros vuelven a la carga en cuanto me descuido!

    ResponderEliminar
  2. Gracias, "Anónimo" (te conviene el anonimato). Abrazo "to whom it may concern".

    ResponderEliminar
  3. Es 24 de diciembre...es la hora 23:45, cuántas cañitas voladoras tenéis en la mano? jajajaja

    ResponderEliminar
  4. Marcelo. En tiempo de descuento es cuando realmente hay que elegir “descontando” lo que no nos gusta. Abrazos. Brillante lo tuyo. Sigue así.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Linkedin, segundo tiempo (por ahora van “Paja 3 - Trigo 1”)

Discriminación, desquicios y Ricky Gervais

Fundamentalismo itálico