Yo acuso (el plagio de Arreola)

Facundo Cabral solía decir que García Márquez le había plagiado Cien años de soledad aprovechando que a él todavía no se le había ocurrido. Lo de Cabral parece nada más que una portentosa y divertida alegoría de la arrogancia, pero esos plagios asincrónicos no tienen nada de asombroso. Es nuestra modesta concepción del tiempo como algo lineal, idea que precisamente los habitantes de Macondo demostraron equivocada, la que impide darnos cuenta de que a menudo la copia se anticipa a la obra original; el texto que aparece después no es la consecuencia del primero, sino su antecedente. Ha pasado algo parecido con la aun más misteriosa interacción entre los libros y la realidad. Y no sólo porque ha habido, y hay, mucha gente dispuesta a degollar semejantes nada más que porque le dijeron que ese pasatiempo había sido recomendado en un libro. En Tlön, Uqbar, Orbis Tertius Borges no bromea tanto (salvo cuando enumera un montón de citas apócrifas) a...