Nuestros Fernández

    

        Con el recuerdo de un cuento de Cortázar, alguna vez me puse a bromear sobre la cantidad de celebridades políticas de nuestro país que se llaman Fernández (En la variedad está el gusto). Es cierto que en la Argentina la probabilidad de que haya muchos Fernández parece mayor que la de tener, no sé, demasiados Sakamoto, o Papadópulos. Pero así y todo brotan Fernández por todas partes de manera llamativa.

        El senador provincial bonaerense Owen Fernández (JxC) parece orgulloso por un proyecto de ley de su autoría, según contó en una nota que escribió para La Nación y que se titula No me grites, dejame disfrutar mientras juego. Don Owen (no Orwell, Owen) propone obligar a todas las entidades deportivas de la provincia a que exhiban carteles y folletos que enseñen “la importancia de no generar presión por parte de los padres en los niños, niñas y adolescentes”. Todo ese material será suministrado por el gobierno provincial, que deberá distribuirlo para que llegue hasta el más modesto de los clubes de bochas o de los frontones de cada pueblo bonaerense, para alegría de las imprentas proveedoras del estado y, acaso, preocupación de los ambientalistas.

       A través de estas iniciativas tan bienintencionadas como autoritarias e invasivas del ámbito privado, nuestros Fernández van formando el monstruo que es cualquier gobierno, en este caso uno provincial (y hay nada menos que veinticinco de esos). Cada norma produce oficinas para implementarla y controladores para corromperse cuando un ciudadano ignora la existencia de esas órdenes absurdas o sensatamente decide no cumplirlas. Para licuar los gastos que generan todas estas atrocidades “en beneficio” de la infancia en un país donde casi la mitad de los chicos es pobre, nuestros Fernández les quitan a sus padres a propósito un 6% del poder de compra de su dinero cada mes.

        Si lo que esperan los ciudadanos es que sus gobernantes les indiquen cómo educar a sus hijos (la ley deja afuera de la acción docente a hermanos, abuelos, tíos y vecinos, que a veces también son muy intensos cuando se ponen a gritar desde una tribuna), la lista de padecimientos de los jóvenes por los padres que a veces les tocan en suerte es muchísimo más amplia. Otras cosas merecerían también la atención de nuestros Fernández, tan preocupados por colaborar con la puericultura. Habría que ocuparse de entregar material sobre el daño que causan, por ejemplo, los padres racistas, ludópatas, huidizos, sádicos, avaros, pródigos, fanáticos de alguna ideología, holgazanes, adictos al trabajo, obsesionados por las relaciones sociales o el aspecto físico, para nombrar sólo unas pocas perversiones de las tantísimas que hay en circulación. Según la corriente de pensamiento que siguen nuestros Fernández, el “fernandismo”, la gente daña porque nadie le ha alcanzado todavía un folleto. 

-Ω-

Comentarios

  1. Considerando la pasión por gritar e insultar que tienen nuestros Fernández, Vidales, Owens y Papadopulos (onití, a propósito, a todos los hijos de la península italiana), habría que ponerle carteles análogos en sus propios despachos y sets de televisión. Ya me imagino una nueva comisión, a título oneroso, claro, para estudiar este tema.

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    1. Samanthizamos todo. Mauro Viale y Tinelli ya están en la historia de los que forjaron nuestra cultura del siglo 21. Un abrazo

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