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Huracán vs. Belgrano de Córdoba. La crónica.

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          Cual Virgilio (la razón) y Beatrice (la fe), guían mi recorrido por el Palacio Tomás A. Ducó mis amigos Alejandro J. Lomuto y Avelino Rolon. No sé de cuánta razón pueden alardear estos dos: uno es periodista y escritor; el otro creo que fue empleado de algún poder judicial. Pero fe les sobra: ambos son devotos del Club Atlético Huracán. Han prometido rescatarme de mi propia selva oscura trayéndome a este enclave art déco en el barrio de Parque de los Patricios. Pareciera que tampoco carecen de sadismo, porque eligieron para eso una noche de agosto en el hemisferio sur que me haría evocar una de febrero en Oslo si hubiera yo visitado Noruega alguna vez.            Como corresponde a un periplo dantesco, el mío debe comenzar por un infierno, pero en uno frío. Eso a pesar de que mis tutores se pasaron toda la semana haciendo atroces referencias a fogatas y a gente incendiaria (hablaban de “la quema” y de “los quemeros”, seguramente para disuadirme de la visita).           Algo

Volumetrías

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Ricky Gervais           Durante esa conmovedora ceremonia argentina que es un asado (ocasión en que está permitido comer y tomar de más), escucho a alguien que habla sobre “la inclusión de las personas que no responden al canon estético de delgadez”, “la obligación de no juzgar el cuerpo de otro”, “la necesidad de una ley de talles que obligue a ofrecer ropa para los que no tienen un cuerpo normativo” y la responsabilidad por la frustración de mucha gente que tendrían las empresas de ropa deportiva cuando sólo muestran personas delgadas que corren. Como era previsible, más temprano que tarde aparecieron, entreveradas como las especias del chimichurri, las palabras “orgullo” y “minoría”. Parece inevitable evocar aquello de Chesterton: para corromper a un individuo basta enseñarle a llamar "derechos" a sus anhelos personales y "abusos" a los derechos de los demás.            Mido un metro con noventa y llevo zapatos número cuarenta y seis. Mi peso merodea los cien kil

Tangos o mangos, that's the question

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                    Ayer tuvimos una experiencia bastante fuerte. Debimos volver a casa en un Uber desde el mismísimo Obelisco. Las circunstancias no podían ser más adversas: no sólo era viernes por la tarde, sino que ahí se había muerto un trabajador al caerse en un pozo mal tapado y los bomberos habían cortado casi todas las calles.   No nos llamó la atención que el conductor fuera venezolano, algo frecuente aquí (al fin y al cabo, ha emigrado nada menos que la cuarta parte de la población de ese país). Pero sí la calidad de su vestimenta y la exquisitez de su vocabulario. Como cada vez que María José encuentra alguien que nació en el mismo país que ella le pregunta si le puede dar un abrazo y se pone a preguntarle por su familia, la conversación nos permitió saber que hacía seis años que el hombre estaba en la Argentina, adonde había emigrado cuando su mujer estaba embarazada del cuarto niño, al que conoció cuando tenía nueve meses el día que fue a buscar a su familia al aeropuer

Dos siglos de corrección política: in your face, gringos!

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          La foto corresponde a un anuncio del Gobierno: la línea telefónica 145, dedicada a combatir la trata de personas, ofrece información también en idioma qom.           No se trata de un arrebato de corrección política, ni de otro intento de aumentar las oficinas y los empleados públicos. Es pura coherencia. Los argentinos siempre hemos sido abanderados de la inclusión. Basta recordar esa maravilla de género teatral que es el sainete. Como si no nos bastaran tantos triunfos en el fútbol y adjudicarnos (a veces de manera poco verificable) tantas invenciones para ensanchar nuestro pecho de orgullo nacional, venimos siendo considerados con las minorías de manera ininterrumpida desde el minuto mismo de nuestro nacimiento como país.          No hace mucho  años visité la Casa Histórica de Tucumán. Me maravilló que los carteles que explicaban la historia del sitio estuvieran escritos en tres idiomas: español, aimara y quechua. Esos textos no solamente explican los episodios del Congre

La paja en España

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            Hay una entidad que suele publicar cosas interesantes, pero que cada tanto patina y produce imbecilidades. Eso nos pasa a todos. A mí también, pero al revés: produzco imbecilidades todo el tiempo y rara vez se me escapa algo interesante, generalmente durante un intervalo lúcido y porque se lo he copiado a alguien.           Esa entidad se llama Fundación del Español Urgente. Vaya adjetivo; para mí equivale a “berenjena existencialista” o “silogismo biodegradable”. Pero le dicen Fundéu-RAE porque se presenta como una organización asesorada por la Real Academia Española. Se ve que se ha lanzado a hacer algo para lo que no estaba preparada y necesita asesoramiento. Como sea, se ocupa, no sé por qué con urgencia, del idioma que conocemos como español (denominación que los catalanes, gallegos, vascos y valencianos acaso no compartan, pero eso es un asunto de los que viven en los Estados Ibéricos, antes España, y no de los que estamos en los que fueron sus virreinatos).          

Yo me bajo, ma non troppo

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          LA NACIÓN le hizo una entrevista a alguien que participó de una de las tantas iniciativas que se propusieron fundar una comunidad regida por valores distintos de los habituales. Allí se cuenta que un grupo de personas de Buenos Aires llegó en la década de los años setenta a un lugar inhóspito de San Juan. Se instaló en un sitio que le dio el gobierno de esa provincia, que pronto debió comenzar a ayudarlos con muchas otras cosas porque en esa tierra, que había sido expropiada a un opositor, ni siquiera había agua. El experimento finalizó cuando los militares tomaron el gobierno y corrieron a palos a esos pioneros por “subversivos” (esa gente, me refiero a los militares, nunca fue muy buena para entre las distintas categorías de seres humanos que no llevan uniforme).           Buscar una tierra prometida para vivir como a uno le venga en ganas es un argumento que se repite en la película de la humanidad. A veces, como en la historia bíblica, semejante idea obedece a motivos co

Superioridad asegurada

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            La visión del estado sobre la economía se puede resumir en lo siguiente: si se mueve regulalo, si se sigue moviendo ponele un impuesto, y si deja de moverse subsidialo. Ronald Reagan           En la Argentina, un artículo de la Constitución Nacional que se les escapó a los que en 1994 escribieron tantos esperpentos en Santa Fe obliga al Estado a garantizar a los consumidores los beneficios de la competencia contra toda distorsión de los mercados. Creo que es el número 42, o por ahí anda, pero de todos modos esa no es información que sirva para gran cosa. Resulta que teníamos una constitución liberal y nadie se había dado cuenta. Pero no es lo mismo libertad que libertinaje (yo prefiero toda la vida el libertinaje, pero eso va en gustos).           Es cierto que hay que competir, pero se impone algo de moderación en el éxito. La victoria produce arrogancia en unos y humillación en otros, y eso no es bueno para el alma de nadie. La derrota tiene, siempre, mayor dignidad, y mu