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Utilidad de las academias

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  Me maravilla que la Academia Argentina de Letras se haya ocupado del caso del señor Cavani, al parecer espontáneamente, como una especie de amicus curiae, y haya dedicado los recursos que el gobierno quita a los ciudadanos por la fuerza a través de los impuestos para defender a ese hombre de un irrelevante entuerto inglés ( https://www.aal.edu.ar/?q=node/732 ). Parece que el club Manchester United cuestionó una expresión del futbolista oriental, que se había referido a un compañero como “negrito”. No se requiere la discutible, y en cualquier caso modesta, autoridad de una academia para trazar la línea entre la discriminación, por un lado, y los hábitos culturales, por el otro. Por aquí los extranjeros abren los ojos al escuchar cómo nos llamamos entre nosotros. No sólo se asombran de que todos tengamos entre nuestros amigos a un “el Negro”, sino de la convención que nos permite usar como apelativo el origen étnico, un tabú en otros sitios. Hasta se identifican a sí mismos como...

Fantasías

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  Según recuerdo (creo recordar, ya que he perdido ese libro) en Crónicas del ángel gris Alejandro Dolina cuenta que él, de pibe, no dudaba de la existencia de Papá Noel, pero que la certeza se le terminó cuando lo llevaron a saludar a ese personaje a una tienda. A pesar de ser chiquito, acertó a pensar que alguien proveniente del mundo celestial debería de tener intereses algo más elevados que los de una casa de comercio, y de ninguna manera el mismo aliento a cerveza que su tío (que el tío de Dolina). Es que, creo haber leído en el cuento, las percepciones que produce la fantasía son más potentes que las de la realidad. Por eso un amor distante es siempre más intenso que otro cotidiano. Lo que me gusta de ese relato es que allí Dolina arremete contra la obsesión de reproducirlo todo visualmente; digamos, al estilo Disneyworld. Dice que el peligro de esa cultura demasiado figurativa es que alguna vez un niño nos pida que le reproduzcamos una esperanza, o un desengaño, y como es...

Algo tenía que salir bien

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  Alguno le habrá dicho a aquel florentino: “mire, maestro, debería acompañarlo a usted demasiado la suerte para que uno de tres alumnos sirviera para algo”. Acaso en ese mismo momento, frente al atril, empezaría a hacer el ejercicio del día el chico Ghirlandaio, que por haber llegado tarde habría podido pispear los garabatos de un par de compañeros, un tal Sandro (hermano de un regordete al que habían apodado botellón, o Botticello ) y el hijo ilegítimo de un noble al que llamaban simplemente Leonardo. Había un cuarto compañero, que tal vez por ser de afuera (era perugino) habría faltado ese día al taller del maestro Verrocchio.           Todavía no se habían inventado los especialistas en cálculo probabilístico, ni los pronosticadores de elecciones.

Nihil novo sub sole

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  Las “Pequeñas crónicas” del profesor de Historia Económica Carlo M. Cipolla (1922-2000; Universidad de Pavia, profesor emérito en UC Berkeley) reúnen sus notas en Il corriere della sera de los 80 y principios de los 90. Algunas parecen noticias de ahora a las que les ha cambiado la fecha. Resulta que el desastroso reinado de Felipe II, que se embarcó en costosas guerras y dilapidó la plata y el oro de América, inició la era de la deuda pública, que el monarca español tomó de banqueros genoveses y florentinos a unas tasas estrambóticas. El despilfarro español, además, inició el mercado de capitales, ya que los mercaderes florentinos, genoveses y venecianos comenzaron a invertir en títulos de deuda soberana, literalmente. Felipe II se quejó amargamente después de la expoliación que sufría de los genoveses a que él había recurrido, por supuesto, de manera voluntaria. Las regalías mineras de México y de Potosí, entonces, construyeron los más lindos palacios de Génova. El Vatic...

Clásico / Derby

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  El clásico     La fecha se les ha borrado hasta a los más memoriosos. Pero es seguro que no había empezado la Segunda Guerra Mundial y que faltaba más de una década para que alguien oyera hablar por primera vez de un tal coronel Perón cuando allá en mi pueblo el farmacéutico Amílcar Mazza sentenció: “El clásico se va a jugar de nuevo cuando el hombre llegue a la Luna”.       Don Amílcar presidía el club Firmat y se enrolaba en la línea principista que había decidido que aquella vergonzante gresca ocurrida durante un partido contra los de Argentino justificaba un  apartheid  futbolístico. No estaban dadas las condiciones para que personas que se veían varias veces al día, que trabajaban juntas en la fábrica o que habían compartido la escuela pudieran controlarse detrás de una alambrada si veintidós jóvenes salían al campo con camisetas de distintos colores. No había que jugar con fuego. Los equipos de básquet, de pal...

Cuatro días en la Reina del Plata

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La doctora Manfredi dice que mi tratamiento marcha bastante bien, pero que a la medicación hay que ayudarla con hábitos saludables. Opina que debo cambiar mi tendencia a recluirme y a trabajar todo el tiempo (y que debo moderar ciertos apetitos desordenados que, por pudor, dejo para otro informe). Dice que esa costumbre que tengo de no aceptar ninguna invitación social es negativa para mi situación anímica, todavía algo inestable, y que no debo abandonar a los amigos porque son una fuente de bienestar. Algo dijo sobre el Síndrome del Lobo Estepario. De reojo pude ver lo que anotaba en mi historia clínica: “bicho canasto”. Conmigo la doctora viene acertando desde el momento mismo en que empezó a atenderme dos veces por semana por ciertos rasgos de mi personalidad que mi familia decía que eran algo obsesivos, hace exactamente catorce años, seis meses, dieciocho días y cuatro horas. Así que en noviembre de 2012 puse manos a la obra, mandé el traje a la tintorería y me dispuse a seguir s...

Dejame en paz, tango

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  En algún lugar debe haber un basural donde están amontonadas todas las explicaciones. Julio Cortázar, Un tal Lucas               Siempre me ha parecido que el descubrimiento de la verdad es mejor negocio que la prolongación del engaño. Nada hay más beneficioso que la partida de una compañera infiel, o que la revelación de que ese al que creíamos amigo en realidad es una basura (a veces la vida economiza esfuerzos y nos regala un "dos por uno": la traidora se va con la basura). Sin embargo, nosotros acá en el sur alimentamos alejandrinos u octosílabos cursis haciendo una tragedia de cada bendición. Aclaro que, tal vez justamente por ese masoquismo nacional,   me gusta muchísimo el tango. Escucho cosas de Gardel, de Troilo o de Salgán tanto como de Mozart, Verdi o Duke Ellington. Y en materia de cantantes (perdón, de cantores ) creo que si Goyeneche hubiera nacido en New Jersey se habría llamado por lo me...